miércoles, 17 de diciembre de 2008

Crónica y análisis del apasionante mundo zombi (II)


La figura del zombi es, además de terrorífica, riquísima en el reflejo de todo tipo de subtextos que enriquecen dichos relatos. No es raro ver cómo los conflictos zombis se han usado reiteradamente para expresar historias de crítica y denuncia social, sacando a relucir todos los defectos de la sociedad moderna, como la alienación tanto laboral como social (muchos de los personajes suelen ser incapaces de trabajar en equipo o tomar decisiones por el bien del grupo), el egoísmo y la estupidez humanas (la incapacidad de trabajar juntos suele producir conflictos que dificultan más aún la supervivencia).

La lucha por la supervivencia del más fuerte es un concepto que nuestro mundo moderno ha enterrado por completo y eso es lo que hace que estos relatos sean más interesantes si están ambientados en nuestra época, aparte de la clara identificación que produce en el espectador. Es interesante esa capacidad que tienen los no muertos para recordarle a nuestra especie sus perdidas raíces con la naturaleza a través de la lucha por la supervivencia. Ahora, no sólo de historias elaboradas vive el género y en los últimos años han ido surgiendo la moda de los zombies propiciadas por el cine de acción y el cine que yo llamo de “micro-relato”.

El cine de acción no ha hecho más que su trabajo, buscar un enemigo que se pueda matar, mutilar y destruir con toda justificación moral (¡nos intentan comer!) ante la audiencia. Si un niño ve un zombi estallar en pedazos no pasa nada, es un zombi y se lo merece (si fueran niños soldado africanos luchando por recuperar lo que el primer mundo les debe ¡AH NO! Eso sí que no deben verlo! Mira hijo mío como vuelan las tripas de ese zeta, echémonos una risa). Este tipo de cine ha traído unas cuantas novedades al género: para empezar, los zombis corren que ni Usain Bolt dopado. Esto resulta en espectaculares secuencias de persecuciones pero en mi opinión destruye la esencia del zombi (véase “Características de un verdadero zombi” más adelante). Además, los contagios suelen ser instantáneos lo que deriva en ¡¡Más tensión!! ¡¡Más problemas!! Y lo mejor para solucionar un problema así de gordo es ¡¡¡¡disparar sin parar hasta que los casquillos te lleguen a las rodillas!!!!!.
Por otro lado, lo bueno de estas películas además de espectaculares tienen que ser guays así que la palabra zombi es demasiado pulp, demasiado viejuna, demasiado cutre. Ya no disparamos a zombis, sino a infectados (¡¡uuuh que palabra más terrorífica!!). Este último cambio me gusta porque es cierto que parece más serio y verosímil decir infectados que zombi, una palabra que proviene del Congo. Pero los que somos tan frikis como yo cuestionamos este hecho ya que los relatos de zombis tienen una característica muy especial: los zombis existen también como seres de ficción en el meta-mundo del relato por lo que los personajes conocen esa palabra. Yo desde luego si mañana tengo al puto vecino intentando arrancarme la yugular le señalaré con el dedo y le llamaré “ZOMBIIIIIIII”.

Por otro lado, los “micro-relatos” son historias planteadas en espacios limitados que sólo contemplan lo que ocurre en ese espacio y no le da al espectador información sobre los motivos que propician los sucesos que los personajes viven, sólo los narra desde el punto de vista del conflicto. Esto está bien para dar a la historia más profundidad en la psicología y los sucesos, pero tienen el defecto de regalar marco y un final brusco y sin respuestas. Como ejemplo, tenemos a REC de Jaume Balagueró y Paco Plaza. O “I love Sarah Jane”, corto que publiqué hace unos cuantos posts. No se explican porqué hay zombis, ni que le pasa al resto del mundo. Sólo vemos lo que hay para los personajes del relato.

Contínua en el próximo post...

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